Rapidamente Farkan descendió por el valle del Silencio hasta regresar al poblado de El Calafate, la despedida de Marco había sido bastante clara y certera, en cuanto las falanges Cronistas supieran sobre la traición de Marco y la consiguiente destrucción del décimo enclave, no demorarían más de una hora en marchar hacia los poblados para reprimir cualquier intención de festejo en pos de la revolución Anacronista.
Para colmo de males, El Calafate estaba peligrosamente cerca del campamento base de la falange de los duelistas, famosos por sus habiles soldados y sobre todo por la descomunal fuerza que ostentaba el capitán de estos. Farkan sabía que todo el pueblo había observado la lucha entre él y Marco, y claramente más de algún espía podría haber sido testigo de como personalmente Marco abandonó la lucha tras comprender las razones de los Anacronistas, para posteriormente acompañarlo hacia el glaciar de San Francisco donde los Cronistas sufrirían nuevamente un golpe bajo.
En cuanto Farkan llegó al centro de El Calafate, supo de inmediato que la ausencia de gente en las calles no era producto de que estos se escondiensen en sus hogares, sino que todos se encontraban arrestados en la plaza de la ciudad, con claras señales de violencia. La frustración no pudo ser contenida, y Farkan rapidamente empuñó las espadas de la Libertad y la Condena y gritó fuertemente llamando al lider de la falange duelista, para entregarse. Rapidamente el llamado fué respondido desde el fondo de la multitud, donde una gran silueta comenzó a avanzar hacia Farkan, creciendo notoriamente, revelando sus detalles.
Un enorme hombre, de más de dos metros de altura, calvo, con una expresión de dureza jamás antes vista, vestido por una gran armadura con los motivos Cronistas, y cuyas enormes manos capaces de aplastar el craneo de un hombre adulto, sostenían un enorme mazo de combate. El enorme gigante de cuerpo de acero y mirada de hierro, se presentó delante de Farkan, como Dozu, capitán de la falange duelista del ejercito Cronista, quien venía hasta El Calafate no solo para arrestar a los traidores, sino tambien para sentenciar el destino del lider anacronista Farkan de Astaria. Una presentación acentuada por la grave y ferrea voz del capitan, cuyos ojos inflamados en odio jamás se despegaron de los ojos de Farkan.
Farkan simplemente miró el enorme enemigo frente suyo, suspiró y dentro de si mismo reconoció lo dificil de la situación. Los pueblerinos estaban todos arrestados y vigilados, por lo cual el riesgo de represalia era evidente, además Dozu el imponente capitán demostraba por que su fuerza descomunal era tan conocida... Aquel mazo debía pesar por lo menos unos cincuenta kilos, y la armadura el doble, lo cual implicaba que un solo golpe del mazo bastaría para acabar con él.
Farkan estaba agotado, no había parado de luchar en días, aún tenía miedo de volver a liberar su sangre sinistra, y la espada de la Libertad no estaba revelando toda su energía. Claramente la ventaja estaba a favor de Dozu, pero solo quedaba luchar en espera de alguna estrategia del momento. Farkan miró por un instante el suelo, para volver a mirar hacia delante y encontrarse con el mazo a solo centimetros del rostro...
Claramente la ventaja era de Dozu, y un jadeante Farkan esquivaba el ataque pensando en que esta batalla sería realmente una prueba del destino.
Las cronicas de las guerras anacronicas, primera parte
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